miércoles, 11 de marzo de 2009

El proyecto de Raquel (convocatoria)


Hola Lila!

Como parte de mi proyecto, os invito a que asistáis el Viernes 13 de Marzo al aula de proyectos II. Tras las referencias de ese día propongo utilizar ese espacio y tiempo como una especie de taller de experimentación con el cuerpo. Espero sea enriquecedor para el conocimiento del propio cuerpo y el de los otros. Lo que es seguro es que será divertido!

Muchas gracias, saludos a todos!
Raquel

1 comentario:

  1. Hola a todos,

    Me gustaría hacer un comentario acerca de la actividad propuesta por Raquel, sintiendo de antemano que este va a ser un poco negativo, y bastante largo:

    Raquel propuso ayer viernes, para los que no estuvieron, un ejercicio de “confianza” en el que una persona se dejaba llevar como un peso muerto, con los ojos cerrados, por otras dos (o tres) personas. Se pretendía que al final del trayecto la persona “confiada” abriera los ojos (en un lugar distinto e inesperado) y contara su experiencia.

    Bueno, primero tengo que comentar que no encuentro una conexión precisa entre este ejercicio y el proyecto que entendí cuando lo propuso Raquel, hace unas semanas. Dejarse tocar siendo un “peso muerto” no tiene nada que ver con tocar o ser tocado conscientemente, por lo tanto no veo como este ejercicio puede ayudar, o servir de metáfora, para la problemática que planteaba Raquel: que cada vez nos tocamos menos, y que tenemos un gran rechazo a que nuestro cuerpo sea invadido. Si la propuesta hubiera sido tocar al otro a lo bestia, metiendo mano, o haciendo daño, yo qué sé, (lo habríamos rechazado todos escandalizados, claro), a lo mejor hubiera tenido más interés, o al menos más impacto. Pero a prácticamente todo el mundo le gusta que le hagan masajes, y no hay ningún problema si tengo que dejarme tocar dentro de una clase, por gente que más o menos conozco, supervisados por una profesora.

    Pasando de esta primera duda sobre el planteamiento teórico, quiero referirme al ejercicio en sí, que me recordó mucho a las actividades de calentamiento que yo hacía cuando hacía teatro. (Hago un inciso: en ese caso (en el del teatro), actividades de este tipo sirven para soltar adrenalina al principio de los ensayos, y “ablandarse” un poco, para poder trabajar mejor en equipo, pero no se pretende, que yo sepa, que resulte una experiencia personal reveladora, puesto que son simplemente eso, ejercicios de calentamiento).

    Considero que cuando se propone un ejercicio de “confianza” hay que haber reflexionado antes sobre ese término que yo estoy usando entre comillas: el qué, el por qué, el de dónde y el para qué de la confianza.

    La mañana de ese mismo viernes vi en la televisión una imagen terrorífica: un chico se había metido sin querer en un campo de minas, había perdido una pierna, y en ese momento estaban subiéndole a un helicóptero. Cuando estaban a punto de arrastrarlo dentro del aparato, se les resbalaba y el chico volvía a caer desde una distancia de más de 15 metros al campo de minas. Es una imagen real, de un suceso que ocurrió antes de ayer. Pienso que ese chico estaba confiando en el equipo de rescate, porque no le quedaba otra, y que no fue culpa de nadie lo que pasó. También se me ocurre otro caso, el de las mujeres asesinadas en México, que también alguien mencionó el viernes. No hay cifras claras, pero parece que un número importante de asesinadas son novias, hijas o hijastras que confíando en sus novios, padres y padrastros, se van con ellos de paseo al desierto, por ejemplo, donde son, de pronto, violadas, torturadas y asesinadas.

    No quiero hacer apología de la desconfianza, puesto que no siento que eso lleve a ningún lado. Yo confío mucho en mis padres, en mis amigos, en mi pareja, en mi médico, en mi jefa, en mis profesores, en mi médico… en algunos casos porque no me queda otra, y en otros simplemente porque sí, porque quiero. Pero jamás confío porque alguien me haya dicho que tenga que confiar (“confíenos su dinero, que sabremos como invertirlo”, debió decirles Madoff a todos los estafados…).
    Lo que quiero expresar es que los supuestos del tipo “dad y se os dará”, “sed buenos y todo el mundo será bueno con vosotros”, “confiad y todo saldrá bien”, adolecen de una religiosidad un poco infantil y mal entendida, y que la cosa no funciona exactamente así.

    Si ayer abrí los ojos y mis compañeros del ejercicio no pudieron llevarme no fue porque “desconfiara” de ellos, o porque ellos tuvieran la culpa de no “darme confianza”. Fue simplemente porque yo peso mucho, y no pudieron cogerme bien, y me estaba haciendo daño en un brazo, y me choqué con una puerta y me estaba resbalando. O diciéndolo metafóricamente: que si alguien me propone que me tire por un puente atada por una cuerda más larga que la distancia del puente al suelo, por muy irrompible que sea la cuerda yo no me voy a tirar por el puente.
    En fin, pues esa era toda mi reflexión. Supongo que al menos indica que la cosa me caló, aunque fuera negativamente, porque llevo media hora escribiendo esto. Nada más, nos vemos en clase.

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